viernes, 24 de junio de 2016

Entre licenciados, títulos y el capitalismo académico

Marcelo Sarzuri-Lima
Investigador
Instituto Internacional de Integración
Convenio Andrés Bello
msarzuri.lima@gmail.com




En Bolivia, y en muchos países latinoamericanos, es usual que las personas que han pasado por algún centro de educación superior prefieran ser denominados por el título académico adquirido –usualmente “licenciado o licenciada”, “doctor o doctora”  en el caso de médicos y abogados/as-, en muchos casos esta preferencia bordea una exigencia categórica; desde luego esta actitud está vinculada al reconocimiento social que otorga el poseer un título universitario, como menciona Pierre Bourdieu (1987), un título es una especie de “patente de competencia cultural”, una garantía de posesión de un capital cultural convencional, constante y jurídicamente garantizado. A diferencia de otras formas de capital cultural, un título académico basa su competencia en el reconocimiento y el poder de lo instituido: “el poder de hacer ver y de hacer creer”, es así que no necesita ser validado contantemente, es algo que se posee indefinida e incuestionablemente. Por ello las personas que han pasado por una universidad y poseen un título, reclaman de la sociedad un trato diferencial, se creen capacitadas para ocupar cargos jerárquicos o por lo menos bien remunerados, sobre todo en instituciones públicas, puesto que constituirían una especie de intelligentsia nacional.


martes, 21 de abril de 2015

El Alto ¿entre la rebeldía y el conservadurismo? Elecciones municipales y formas locales de la política

El Alto ¿entre la rebeldía y el conservadurismo?
Elecciones municipales y formas locales de la política

Marcelo Sarzuri-Lima[1]
Publicado en Semanario La Época N° 667 (12 al 18 de abril de 2015)
Disponible en: 
http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=4444

Toda la avenida Bolivia estaba llena de personas, no era menos, se estaba inaugurando una de las vías más esperadas por lxs alteñxs, ya que en plena época neoliberal las obras públicas –ya sean gubernamentales, prefecturales o municipales- se podían contar con los dedos de las manos (exagero un poco, lo correcto es decir con una mano); muchos años se tardó en la construcción de esa vía y el alcalde de ese entonces pertenecía al ya consolidado partido Conciencia de Patria (CONDEPA), por ello el invitado de honor no era el presidente ni el prefecto, la persona indicada para entregar la obra era Carlos Palenque. Las banderas del partido eran interminables, parecía más una proclamación política que la entrega de una obra pública, es que el fanatismo de mi ciudad por aquel líder era indescriptible; si bien las simpatías y apoyo “reciproco” entre Palenque y El Alto venían mediados por el partido, es decir que se expresaban en un apoyo político a CONDEPA, en el fondo nunca fuimos condepistas, aunque el accionar de este partido signó las formas políticas locales.

martes, 25 de noviembre de 2014

La paradójica modernidad en los Andes

La paradójica modernidad en los Andes

Marcelo Sarzuri-Lima
Publicado en Revista La Migraña N° 10 (2014). La Paz: 
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia

Escribir sobre la modernidad siempre lleva consigo abordar problemas complejos, no sólo por las aristas que componen la temática sino, y sobre todo, porque existe mucha tinta vertida y reflexiones planteadas alrededor de este significante. No se pretende replantear los elementos de su debate, en todo caso se pretende mostrar las paradojas que implica -e implicaron, a lo largo de la historia- pensar y hacer la modernidad en esta parte del mundo. La hipótesis que guía este escrito es que los y las indígenas –a los que la historia oficial etiquetó como “los salvajes”, “los pre-modernos”, “los atrasados”- a lo largo de sus luchas y resistencias fueron desplegando un proyecto propio de modernidad y horizonte civilizatorio, este proyecto no se desarrolló como parte del avance de un conocimiento científico, una “apertura al porvenir” o un despliegue de “la razón”, sino que fue parte de la generación de conocimientos y prácticas pertinentes a sus contextos socioculturales y que sin duda se relaciona a la forma de lectura que desarrollaron del tiempo histórico, lejos del proyecto eurocéntrico y colonial de la modernidad.

Para entender la modernidad muchas veces se ha recurrido a eventos históricos y posturas filosóficas que implican una ruptura con un tiempo pasado, por ello Descartes y su libro El discurso del método marcan la constitución de la subjetividad moderna: el ego cogito; así también la Revolución francesa, la Ilustración, el Renacimiento y el Humanismo nos llevan a entender las posturas sociales, políticas y filosóficas de la modernidad; no se puede perder de vista a Galileo para deducir el papel que juega la ciencia y el desarrollo de la técnica en la modernidad y ni olvidarnos de la Revolución Industrial, la cual marca una nueva forma de producción basada en el plusvalor y la acumulación de capital. A este inventario cronológico de la modernidad, habrá que sumar la colonización del Abya Yala y la “invención de América” como momentos que determinan la naturaleza de la “primera modernidad”, la identidad de Europa y su proyecto civilizatorio. La fijación y centralidad de cualquiera de los momentos o posturas señaladas implicará asumir una posición político-teórica respecto a la modernidad: algunos critican su eurocentrismo, otros la reducción de la razón a su forma instrumental, otros señalan el individualismo y el antropocentrismo como consecuencias de la modernidad, otros apuntan su crítica al fetiche cientificista y su aparente representación de “lo real” y la gran mayoría tiene en el centro del debate a las formas en que la modernidad y el capitalismo han estrechado lazos generando una totalización civilizatoria.