El Alto ¿entre
la rebeldía y el conservadurismo?
Elecciones
municipales y formas locales de la política
Marcelo
Sarzuri-Lima[1]
Publicado en Semanario La Época N° 667 (12 al 18 de abril de 2015)
Disponible en:
http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=4444
Toda
la avenida Bolivia estaba llena de personas, no era menos, se estaba
inaugurando una de las vías más esperadas por lxs alteñxs, ya que en plena
época neoliberal las obras públicas –ya sean gubernamentales, prefecturales o
municipales- se podían contar con los dedos de las manos (exagero un poco, lo
correcto es decir con una mano); muchos años se tardó en la construcción de esa
vía y el alcalde de ese entonces pertenecía al ya consolidado partido
Conciencia de Patria (CONDEPA), por ello el invitado de honor no era el
presidente ni el prefecto, la persona indicada para entregar la obra era Carlos
Palenque. Las banderas del partido eran interminables, parecía más una
proclamación política que la entrega de una obra pública, es que el fanatismo de
mi ciudad por aquel líder era indescriptible; si bien las simpatías y apoyo “reciproco”
entre Palenque y El Alto venían mediados por el partido, es decir que se
expresaban en un apoyo político a CONDEPA, en el fondo nunca fuimos condepistas,
aunque el accionar de este partido signó las formas políticas locales.
Es
curioso que en la ciudad donde más se amó a Carlos Palenque ninguno de los/as
candidatos/as en la reciente elección municipal utilizó la imagen de aquel
líder -contrariamente a lo sucedido en la hoyada paceña-, y es que el legado de
Palenque en El Alto no es su imagen, paradójicamente su legado más grande es el
condepismo, o mejor dicho la forma en que su partido hizo política al interior
del municipio. ¿Cómo explicar que el partido político con mayores escándalos de
corrupción en El Alto hubiese ganado el mayor número de elecciones municipales?
Si bien en su momento CONDEPA canalizó las fuerzas sociales emergentes en las
ciudades a partir de la actividad de innumerables sectores y dirigentes de
bases populares, su verticalismo y patronazgo (que se diluyó en la figura del
compadrazgo) impidió convertirse en un real representante de esos sectores; por
lo que la única forma de representación que pudo consolidar fue mediante esa
vieja práctica política inaugurada en el periodo liberal a principios del siglo
XX, en donde los sectores criollo-mestizos tuvieron que tranzar con la indiada
para obtener apoyo político y, a la vez, fue la única forma en la que sectores subalternizados
pudieron participar de la política oficial. El condepismo constituyó un partido
de masas (populista si se quiere) que funcionó como una empresa clientelar en
El Alto.
Las
relaciones clientelares y/o prebendales entre organizaciones sociales y el
municipio constituyeron la forma de la política del condepismo en El Alto, y es
que la heterogeneidad social hace imposible pensar en mi ciudad como totalidad
y la famosa gobernabilidad municipal solo es posible mediante innumerables “acuerdos”
sectoriales. La Participación Popular sólo vino a profundizar estas relaciones
y el famoso control social terminó beneficiando a incontables dirigentes
vecinales que se constituyeron en mediadores de una política municipal
clientelar. Pero esta estructura entró en crisis a finales de los noventa y no
podría ser resulta con nuevos “acuerdos” sectoriales, el discurso del
desarrollo endógeno plagado de simbolismo aymara, que había servido como base
ideológica al condepismo, no podía seguir alimentando las lealtades y creencias
políticas de la ciudad, por lo que se abrió espacio a nuevos imaginarios
políticos.
De
esta forma emergió un renovado discurso de política municipal, “la revolución
del pavimento” o el “Plan Progreso” lograron generar nuevas lealtades
políticas, se proponía a la población un proyecto de ciudad (curiosamente
moderna y “hacia el futuro”) y de gestión municipal; sin embargo esto no
implicó romper con la vieja política clientelar sino reestructurar los imaginarios
locales de la política, los cuales hicieron posible gobernar el municipio
después de la crisis en la que se había sumergido en la década de los noventa. No
por nada un año después de la movilización de Octubre de 2003, la ciudad que
logró configurar su identidad de rebeldía reeligió mayoritariamente al “Plan
Progreso”, convertido en partido político, y su famoso candidato José Luis
Paredes, desligado del desgastado sistema de partidos políticos[2],
dando continuidad a una forma de política local.
Entender
estos dos fenómenos son importantes para comprender el accionar de la población
alteña en las recientes elecciones municipales, ya que con los resultados de
las últimas elecciones se nos ha acusado de perder la memoria histórica y haber
votado por nuestros “verdugos”, pero si es un simplismo creer que las
elecciones subnacionales afectan la hegemonía del partido en función de gobierno
y constituyen el fin de una época marcada por el Evismo, también es una
superficialidad creer que los alteños sufrimos de amnesia política y que hemos
dejado una identidad rebelde para convertirnos en una ciudad conservadora;
entonces ¿por qué la ciudad que fue el centro de uno de los movimientos
sociales más importantes de la reciente historia boliviana termina apoyando a
una candidata de un partido de derecha? Porque esa candidata supo articular
esas viejas redes clientelares, generando nuevos “acuerdos sectoriales, esas
redes que en la última gestión municipal no fueron del todo “reciprocadas” por
el partido en función de gobierno, ya que la corrupción se dio entre pocas
manos y con grupos de dirigentes que perdieron legitimidad frente a sus bases
-es sintomático que ahora existan disputas por el control de las organizaciones
sociales en El Alto-. Por otro lado, esa candidata logró generar identificación
social con un proyecto de ciudad -un pseudoproyecto endógeno de urbanismo-, es
decir la imagen corporativa de la “warmi
alcaldesa” convenció al electorado con la noción de “j’acha obras”, a lo que se debería sumar que el dueño de la sigla
política se abstuvo de participar en la campaña, lo que construyó una imagen de
autonomía política de la candidata con respecto al partido que representaba. La
conjunción de estas formas de política local permitió consolidar una clara
victoria electoral. Si bien existieron una serie de errores políticos del
partido hegemónico -al punto de creerse perdedor antes de la elección-, es
necesario reconocer habilidades políticas en la candidata ganadora.
Sigo
creyendo que somos una ciudad rebelde, sobre todo porque seguimos siendo una
ciudad de múltiples necesidades, pero también somos una ciudad fragmentada,
abigarrada y de grandes contradicciones, por lo que electoralmente podemos
actuar basándonos en intereses sectoriales o corporativos. Cualquiera que
incursione en la política alteña debe sortear entre diversos intereses
–individuales, sectoriales y colectivos-, por lo que lograr una gobernabilidad
municipal siempre termina bordeando actos de corrupción, es un reto superar
esto, pero no creo que se logre con la nueva gestión municipal, muchos de los
que engrosan esas filas son los mismos que se aprovecharon del condepismo, del
Plan Progreso, militaron en el masismo y luego se subieron al carro ganador. Así
es mi ciudad, una ciudad que vive con sus contradicciones.
[1] Alteño e investigador del
IIICAB.
[2] Habrá que apuntar que en la
elección municipal de 2004 recién aparece el Movimiento al Socialismo y se
presenta con un candidato que había participado activamente en las
movilizaciones de Octubre de 2003 (Wilson Soria) y que pertenecía a una de las
villas que mayor represión había sufrido (Villa Ingenio).
[1] Alteño e investigador del
IIICAB.
[2] Habrá que apuntar que en la
elección municipal de 2004 recién aparece el Movimiento al Socialismo y se
presenta con un candidato que había participado activamente en las
movilizaciones de Octubre de 2003 (Wilson Soria) y que pertenecía a una de las
villas que mayor represión había sufrido (Villa Ingenio).
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