lunes, 3 de septiembre de 2012

Entre el capital y la pachamama

Nota sutura y suplemento: Javier Hurtado escribió uno de los libros más destacados sobre el movimiento indígena: El Katarismo, el mencionado texto es una referencia ineludible en el tema de los movimientos indígenas en Bolivia. Tal vez si Javier hubiese continuado su carrera intelectual tendríamos otra visión del presente. Que mejor que el mismo autor nos explicase el porqué de sus caminos recorridos.

Por Javier Hurtado (+)
Publicado en el suplemento Animal Político del periodico La Razón el día 2 de septiembre de 2012.

El presente es parte del primer capítulo del libro que había entregado para su revisión a su editora. Javier deseaba escribirlo en tercera persona, aunque —se podrá notar en la lectura— le es imposible dejar de involucrarse y pasar a primera persona, particularmente cuando se trata de emitir su posición política. El texto será publicado en los próximos meses.


Irupana, como empresa, fue fundada con el nombre de Café  de Irupana a mediados de noviembre de 1985 por Javier Hurtado Mercado. Las experiencias de vida previas de Javier explican los orígenes y orientación de Irupana. Bachiller del colegio Metodista Instituto Americano de La Paz, en 1972; estudió Teología de la Liberación y Pedagogía de la libertad en Selly Oak Colleges, Birmingham, Inglaterra (1973-1974), con dos prominentes profesores: el teólogo José Miguez Bonino y el pedagogo Paulo Freire, quienes consolidaron sus orientaciones políticas ya adquiridas en el colegio y lo enrrumbaron hacia un marxismo humanista que, a su retorno a Bolivia en 1975, cuajó en su militancia en una fracción del POR (Partido Obrero Revolucionario), liderada por Filemón Escobar.
En 1976 lo invitaron a trabajar en el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), dirigido por los jesuitas Luis Alegre y Xavier Albó, donde estuvo a cargo del Proyecto Alto Beni y del apoyo al movimiento katarista de La Paz, liderado por Genaro Flores Santos.
En 1978, por mandato del partido, Javier, junto a su entonces compañera de vida Ute Mahling, se convirtió en militante profesional y su objetivo era ganar el movimiento campesino katarista hacia las posiciones trotskistas; sin embargo, con los años, los kataristas y el pueblo aymara le ganaron a él definiendo su comprensión de la historia, de su espacio y su cultura, lo que más tarde vino a llamarse la “cosmovisión andina”.
Javier había estudiado Sociología en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz y egresó en 1979. En 1980 fue exiliado a Lima y por ello tuvo que repetir su egreso en la Universidad Católica de Lima, Perú, y se graduó de Licenciado en Sociología de la Universidad Federico Villarreal. En 1984, todavía en el exilio, obtuvo su doctorado en Sociología Rural en la Universidad Libre de Berlín.
Su trabajo de doctorado fue publicado por Hisbol bajo el título de El katarismo (1985), que es un análisis e historia del movimiento campesino katarista, dirigido por Genaro Flores Santos entre 1960 y 1983, con el cual estuvo cotidianamente involucrado hasta mediados de 1983, cuando se realizó el Segundo Congreso de la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), dentro de la cual el katarismo se unificó con las organizaciones campesinas dirigidas por la izquierda marxista.
Su aprendizaje del mundo rural y urbano aymara lo llevó, hacia el año 1983, al convencimiento de que los planteamientos socialistas clásicos eran incompatibles con la cultura  aymara y andina en general.
Para la racionalidad andina, y en particular para la cultura aymara, es impensable un mundo sin posesión familiar de la tierra, sin propiedad colectiva formal por parte de la comunidad, sin mercados ni espacios para los emprendedores familiares.  Y, fundamentalmente, es impensable una sociedad en la que el ser humano es el centro de la vida y la naturaleza es sólo un recurso a explotar para beneficio de los seres humanos.
En el mundo indígena la naturaleza es la Madre Tierra, es un ser vivo inteligente, autocreador de vida y con sentimientos, y, por lo tanto, es el centro de la creación. Esta cosmovisión es incompatible con todas las formas occidentales de sociedad; con la cultura occidental y cristiana, y el capitalismo por su objetivo en la concentración ampliada del capital a costa de la biodiversidad y del ser humano, pero también con el socialismo llamado científico para el cual la naturaleza es también sólo un recurso que, con el desarrollo de las fuerzas productivas, beneficiaría principalmente al ser humano y a    la sociedad.
En el exilio, Javier vivió desde principios de 1981 hasta comienzos de 1985 en Alemania, en una casa de la Prinzen Alle 58, en Berlín occidental, donde aprendió un mundo nuevo para Europa: el mercado de los productos ecológicos, orgánicos y biodinámicos que se convirtieron, a partir de los 80 en una tendencia creciente del mercado mundial. No podía pasar desapercibido para él que todo aquello que era apreciado con gran valor para la salud humana, para los suelos, el agua y aire del planeta, y por lo tanto con alto valor monetario, eran productos que en la Bolivia urbana y rural existen en la vida cotidiana como algo normal sin el valor extraordinario que en realidad tienen.
Su experiencia política, su trabajo rural y su formación como sociólogo le permitieron comprender que en el país tenemos esos privilegios de la naturaleza como producto de nuestro desarrollo desigual y combinado respecto al mundo dominante e incluso a nuestros vecinos.
Somos un país atrasado respecto a los países ricos por el hecho de que en Bolivia no se consumó una revolución democrático-burguesa, como se esperaba de 1825 y de 1952. En Bolivia no hubo una clase dirigente ni un empresariado capaz de modernizar el país y eso, en parte, explica el por qué tenemos todavía hoy el fruto de una agricultura definida como atrasada para los conceptos tecnológicos de la revolución verde.
Decimos en parte porque la otra explicación, incluso más importante, fue y es que en la Bolivia de 1985 la  realidad se combinaba con una producción agrícola concebida como “atrasada”, pero esencialmente sana, gracias a la presencia mayoritaria del mundo indígena de diversas naciones, nacionalidades y grupos étnicos, quienes tercamente se resistieron a todos los proyectos de modernización colonizadora, desde el virrey Toledo en la Colonia hasta más tarde en los intentos de penetración del capital financiero internacional y las ideas desarrollistas del socialismo científico, y a pesar de todo mantuvieron sus prácticas agrícolas y culturales de reciprocidad y respeto por la madre naturaleza, por la Pachamama.
Podríamos decir que el mayor aporte de Javier fue haber realizado una lectura dialéctica de su realidad, de la relación entre su entorno geográfico ecológico y su sociedad, en haber comprendido que la Tierra es la Pachamama y que el secreto mayor para vivir bien es tener la lectura adecuada de cada ecosistema, aprender de éstos una estrategia de administración y aprovechamiento de los recursos humanos y ecológicos que reproduzcan la propia vida y no la depreden.
A pesar de que nuestro país está siendo también afectado con los deshielos de nuestros glaciales y montañas, las inundaciones y las sequías, la contaminación de nuestros ríos y otras calamidades, al poseer 1.098.585 de kilómetros cuadrados y sólo nueve millones de habitantes, seremos uno de los territorios menos afectados y de los que mayor albergue pueden ofrecer a millones de seres humanos, y puede producir millones de toneladas de alimentos sanos, orgánicos y estratégicos. Para jugar este papel de vanguardia, los valores de las culturas originarias, sus estrategias de manejo de recursos naturales y humanos tienen hoy un valor esencial en la próxima cercana lucha por la sobrevivencia del nuestra comunidad humana. Esta concepción del mundo y de la vida estuvo ya presente al fundar y concebir Irupana en 1985, pero fue evolucionando y perfeccionando en el de-sarrollo mismo del emprendimiento.

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