lunes, 25 de junio de 2012

La descolonización y las utopías; ¿Dónde estamos/dónde estoy?

Maria Nela PradaTejada
Publicado en: La Época el 21 de marzo de 2012

Hace unos veinte años el inicio de este artículo hubiese parecido una broma del “Día de los Inocentes” para una minoría acostumbrada a marcarle el paso a nuestra historia, y una utopía para las mayorías oprimidas, marginadas, invisibilizadas y silenciadas desde el nacimiento de la República de Bolivia.


La primera semana de marzo se realizó en nuestro país un nuevo Ciclo del “Seminario Internacional Pensando el mundo desde Bolivia: Economías alternativas para Vivir Bien”, organizado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.

La última noche del Seminario, en un encuentro titulado “Crisis financiera y refundación de la economía”, el compañero Ignacio Ramonet dio una conferencia en el Banco Central de Bolivia, la cual posteriormente fue comentada por Luís Alberto Arce Catacora, Ministro de Economía y Finanzas Públicas que acompaña al Presidente Evo Morales Ayma desde el inicio de la Revolución Democrática y Cultural que estamos viviendo.

¿Hasta aquí, algo le pareció extraño?

Seguramente no; pero si retrocedemos el tiempo, tan sólo siete, diez o veinte años atrás, por no ir más lejos, y volvemos a leer el tema del Seminario: “Economías alternativas para Vivir Bien”; las personas que compartían la mesa en la conferencia (Ignacio Ramonet y el Ministro de Economía y Finanzas Públicas de nuestro país); el lugar donde se realizó (Banco Central de Bolivia); la entidad que lo organizó (Vicepresidencia); y durante el gobierno de quién se efectuó (Evo Morales Ayma); pues el inicio de este artículo hubiese parecido una broma del “Día de los Inocentes” para una minoría acostumbrada a marcarle el paso a nuestra historia, y una utopía para las mayorías oprimidas, marginadas, invisibilizadas y silenciadas desde el nacimiento de la República de Bolivia.

Precisamente de esto empezó hablando Ignacio Ramonet, de las utopías. Contó la historia de Tomás Moro y de su “Libellus...De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae” (Libro Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía), publicado en 1516 y en el que el autor de origen inglés, describe una comunidad ideal que contrasta con la sociedad de su época, él imagina un vivir bien.

Esa República creada por Tomás Moro en su Libellus, no sólo es hasta hoy un relato de referencia, sino que a partir de ese momento la palabra “Utopía” se convierte en un concepto muy importante, por lo general relacionado a la representación de un mundo ficticio. Como Moro dio el nombre de Utopía, que significa “no lugar”, a la comunidad que él narraba; la utopía es asociada a algo inexistente, irrealizable, imposible de construir; pero como bien decía Ramonet, muchas ideas utópicas se han convertido en realidad, y de tal manera, que hoy ya ni siquiera pensamos que en algún momento fueron utopías, como el fin de la esclavitud (sistema de compra y venta de seres humanos como mercancías), el voto de la mujer, los derechos políticos, sociales, económicos, colectivos, culturales y ecológicos.

Mientras escuchaba a Ignacio Ramonet, tan apasionado como siempre, no podía evitar pensar en lo siguiente:

Que Evo Morales Ayma, un indígena originario campesino haya ganado con una amplia e histórica mayoría las elecciones generales de 2005, y que hoy sea Presidente de nuestro país; ¿no era una utopía?

Que además de una distribución y redistribución de ingresos y riqueza, haya una redistribución de sueños y horizontes de vida; que hoy niñas y niños indígena originarios campesinos sepan que pueden llegar a ser Presidentas y Presidentes del Estado; ¿no era una utopía?

Que haya paridad en el Gabinete Ministerial, que hombres y mujeres indígena originario campesinos actualmente estén ocupando cargos jerárquicos en todos los Órganos del Estado; ¿no era una utopía?

Que uno de los Ministerios más elitistas y coloniales en nuestra historia como el de Relaciones Exteriores esté dirigido por un Choquehuanca que propone al mundo la Diplomacia de los Pueblos, el Vivir Bien, la Cultura de la Vida; ¿no era una utopía?

Que el agua haya sido declarada por la Organización de Naciones Unidas, como un derecho humano gracias a una propuesta realizada por Bolivia y que aquí tengamos una Ley de Derechos de la Madre Tierra; ¿no era una utopía?

Que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se declaren antiimperialistas, anticolonialistas y anticapitalistas; pero además, que hoy lleven la wiphala en sus uniformes al lado de la bandera tricolor; ¿no era una utopía?

Que se haya convocado a una Asamblea Constituyente con la participación de pueblos indígena originarios donde se geste una nueva Constitución Política del Estado que establece que dejamos atrás el pasado colonial, republicano y neoliberal; y que desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires; asumimos el reto histórico de construir colectivamente un nuevo Estado, Plurinacional Comunitario fundado en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico; ¿no era una utopía?

Un Estado que asuma y promueva como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble); ¿no era una utopía?

Un Estado independiente de la religión que respete y garantice las diferentes creencias espirituales, y que en los centros educativos se fomente el respeto y la convivencia mutua entre las personas con diversas opciones religiosas, sin imposición dogmática y sin discriminación, ¿no era una utopía?

Establecer que nuestra educación es descolonizadora, intracultural, intercultural y plurilingüe en todo el sistema educativo, y que éste se fundamenta en una educación abierta, humanista, científica, técnica y tecnológica, productiva, territorial, teórica y práctica, liberadora y revolucionaria, crítica, solidaria; y además orientada a la conservación y protección del medio ambiente, la biodiversidad y el territorio para el Vivir Bien; ¿no era una utopía?

Que nuestra Constitución Política del Estado instituya que los medios de comunicación social deben contribuir a la promoción de los valores éticos, morales y cívicos de las diferentes culturas del país, así como con la producción y difusión de programas educativos plurilingües y en lenguaje alternativo para discapacitados, ¿no era una utopía?

Que todas las formas de organización económica (comunitaria, estatal, social cooperativa y privada) tengan la obligación de proteger el medio ambiente; y que el Estado, si bien tiene entre sus funciones promover prioritariamente la industrialización de los recursos naturales renovables y no renovables, debe hacerlo en el marco del respeto y protección del medio ambiente, ¿no era una utopía?

Que se visibilice constitucionalmente la economía comunitaria, que comprende los sistemas de producción y reproducción de la vida (no de la ganancia); fundados en los principios y visión propios de las naciones y pueblos indígena originario y campesinos; así como que se establezca que para eliminar la pobreza social y económica, para el logro del Vivir Bien en sus múltiples dimensiones, la organización económica boliviana señala como uno de sus principios la participación activa de las economías pública y comunitaria en el aparato productivo; y que el Estado fomentará y promocionará el área comunitaria de la economía como alternativa solidaria en el área rural y urbana; ¿no era una utopía?

Que en la Estructura y Organización económica del Estado se señale claramente que la economía social y comunitaria complementará el interés individual con el Vivir Bien colectivo; ¿no era una utopía?

Un Estado que tenga como uno de sus principales fines constituir una sociedad justa y armoniosa, cimentada en la descolonización, sin discriminación ni explotación, con plena justicia social, para consolidar las identidades plurinacionales ¿no parecía algo de ciencia ficción?

Hablar de la descolonización del Estado en el Estado era una utopía y hoy es una realidad; evidentemente compleja y en muchos casos contradictoria, especialmente por las estructuras estatales profundamente coloniales que hemos heredado; por la colonialidad del ser, del saber, del poder y del hacer que aún nos tiene atravesados; y que además se reproduce cotidianamente en las prácticas técnico-burocráticas de un nuevo Estado en construcción, hay aciertos y errores en este camino que estamos haciendo al andar; pero pensar y reflexionar la descolonización del Estado desde el Estado, afortunadamente ya no parece una broma del “Día de los inocentes”.

Hasta hace algunos años en mi vocabulario no existía la palabra descolonización, por lo menos no asociada a un proceso político, económico y cultural tan vigente. No había relacionado la colonización a la acumulación primaria del capital y a la reproducción de prácticas coloniales racistas que se mantienen hasta nuestros días. En el colegio donde estudiaba, el año 1992 se realizó uno de los más grandes eventos, denominado “500 años en América, 500 años con Cristo”, y en ese entonces yo entonaba, sin ningún tipo de reflexión, el himno cruceño que en una de sus estrofas dice: “La España grandiosa con hado benigno aquí plantó el signo de la redención”; así que ya se darán una idea del proceso de liberación que estoy viviendo, ya que nuestra realidad inmediata de transformación, somos nosotros mismos.

Que hoy esté dialogando sobre la descolonización, imaginando el Vivir Bien, reflexionando sobre el capitalismo y su crisis estructural, pensando en un nuevo modelo económico junto al Ministro de Economía y Finanzas Públicas del gobierno del Presidente Evo Morales Ayma; y hablando sobre utopías con Ignacio Ramonet; hubiese parecido otro relato de Tomás Moro; pero no, hoy la descolonización se despliega con toda la fuerza viva del pasado.

La descolonización está aquí, interpelándome/nos en todo momento, desde abajo, desde atrás, desde dentro y fuera del Estado; el proceso de cambio consciente o inconscientemente se está dando en mi, en usted, en nosotros; y aquella profecía del pueblo lakota, ese “no lugar” imaginado en el Sur, hoy se está haciendo realidad:

“...Llegará el día en que nos demos cuenta de que todo lo que somos, nuestra existencia misma, se la debemos a las gentes que han reservado su cultura y su herencia, a esas personas que han mantenido con vida los rituales, las historias, las leyendas y los mitos. Y será gracias a este conocimiento que ellos han preservado, como volveremos a estar otra vez en armonía con la Naturaleza, con la Madre Tierra y con la humanidad misma. Y descubriremos que este conocimiento es nuestra clave para la supervivencia. Éstos serán los Guerreros del Arco iris, y ésta es la razón que me impulsa a proteger la cultura, la herencia y los conocimientos de mis antepasados”.